No me toques que te atizo

Nadie más que yo sabía cómo me sentía realmente. Cada segundo que pasaba me carcomía por dentro. Sé que mi hermetismo aparente impedía que cualquier atisbo de mi descontrol emocional se colara en el momento y tomara parte de él. Sin embargo, lo deseaba. Sí, explotar y dar la nota, hacerles saber que habían despertado a la bestia que habitaba en el rincón olvidado de mi cólera. Mi estado de ánimo pendía de un hilo, a punto de estallar en cualquier momento. Tan sólo yo me percataba de mi inquietud que, aunque escandalosa, para los demás pasaba desapercibida. Sentía una bola de fuego en las manos que no podía pasar a nadie. Me hervía la sangre y quería gritar, salir de mí. Comprender lo que me ocurría desde una perspectiva objetiva era para mí la manera más inteligente de escapar del pánico que me subyugaba. Pero no, seguía enfrascado en mi…

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
chacho, me gusta mucho lo que leo, pero me he quedado en treinta y tres con el final. ¿Termina así?

Entradas populares de este blog

Religión versus Realidad

Metro Madrid 08.02.18